jueves, 7 de abril de 2011

Receta

Pon algo de jazz, princesa. Me encanta llamarla así, porque la miro sonreír con fuerza, y si me fijo detenidamente, miro su preciosa alma de niña: soñadora, intimista, preciosista, pura, maravillosa. Y soy el único ente vivo capaz de ver eso. Soy un privilegiado que cuida un tesoro muchas veces descrito pero nunca descubierto. Y yo lo miro, lo miro todos los días de mi existencia. Por eso, cuando voy por la calle sonrío yo solo, alguien podrá pensar que es un gesto loco incluso grotesco. Pero su ignorancia es atroz y al mismo tiempo, triste. Más de la mitad de la población durante el mismo tiempo que nos toque vivir no podrán probar ni siquiera unas migajas de esto que tenemos ella y yo. No se llama amor, se llama complicidad, alegría, vida, perfección..
Y es triste, porque se están perdiendo todo, simplemente: todo. Yo ya lo encontré.
Ella mueve sus preciosas y pequeñas manos como si estuviese bailando, pero lo que la hace diferente, especial, es que no hay música. Se dispone a poner algo. Me mira como buscando mis pensamientos, intentando atravesar mi mente y buscar lo que ella sabe que quiero escuchar. Pero la pura verdad es que lo que ponga estará muy bien. Sus manos van directamente a algún lugar de mi cerebro y pone esa canción que tanto me gusta: algo de Diana Krall, o algo de Sinatra o algo hermosamente brasileño o algo bohemio y francés. Se vuelve y me mira de nuevo, con esos grandes ojos almendrados que expresan más que docenas de libros. Y me sonríe, sabe que dio directamente en el blanco. Se llama afinidad. Yo lo llamo, perfección.
La habitación, nuestra habitación, está en penumbras pero hay una sensación de calidez en el ambiente asombrosa. Y no hay ninguna luz encendida. Solo velas ululando gracias a nuestra respiración y a nuestros besos. Velas de muchos colores y una amalgama única de olores que invitan a perdernos para siempre en nuestros cuerpos. Esa sería una manera magnífica de desaparecer de este mundo.
El último ingrediente de esta receta es el vino. Un maravilloso vino de color rojo sangre, dulce y afrutado al paladar. Mi sangre y su sangre en una habitación, vino, música, velas.. eso son buenos ingredientes.
Pero la conjunción perfecta es su cuerpo pegado al mío. Lo demás acompañando a esta sinfonía.
La noche es muy joven todavía. Y los niños ya se fueron a dormir.
Bésame otra vez. Bésame otra vez.

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