Su padre nunca le dedicó una palabra de cariño, nunca hizo nada bien (según él), hoy en día casi ni se hablaban, eran unos extraños siendo padre e hijo. No es triste, es real. No es ficticio, es real. No es mentira, es tangible.
Su padre seguía día a día su vida como esperando al siguiente y el dia siguiente al próximo.
El hijo vivía en un mar de dudas, nunca estaba seguro de casi nada. Nunca tuvo su apoyo. Y lleva naufragando a la deriva muchos años. Tan solo tiene una tabla de madera a la que agarrarse en el mar de la vida: su madre. Y ultimamente una mujer de rubios cabellos y ojos como finos melocotones y labios con sabor a almíbar.
Aunque el hijo era feliz. A su manera, claro está.
Hasta la siguiente sacudida de ese mar, hasta el siguiente soplo de felicidad. Hasta un lugar que ansía encontrar.
miércoles, 12 de enero de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario