Las despedidas no son lo duro. Lo difícil de verdad es acordarte de ella. Ver unos labios y sentir un escalofrío porque se parecen a los suyos. Ir caminado por la calle con mil pensamientos transitando por tu mente y de repente oler el aroma a chocolate que sale de cualquier lugar, muy parecido a como huele su perfume. Y de repente, sin tu poder evitarlo, esos pensamientos se dirigen todos al mismo lugar: a ella. A sus labios (otra vez), a sus piernas, a su boca...
Las despedidas no son lo difícil, es lo que viene detrás lo que entraña la verdadera dificultad.
martes, 19 de octubre de 2010
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2 comentarios:
No es una despedida.
Esto que has escrito es precioso, sublime.
Lo sé, pero es lo que sentía al entrar en el metro. Lo escribí en mi móvil en el metro. Y ayer lo pasé aquí. Me place y me encanta que te guste.
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