Lo tenía todo. Era bien parecido, buena gente hasta el punto de tener a todos contentos. Un buen trabajo. Un mejor futuro.
Pero una mujer lo tenía desolado. Una mujer no, varias.
Los fracasos de su vida, y lo peor es que no eran suyos. La mayoría eran pérfidas féminas que no sabían que querían, y menos lo que se perdían al no elegirlo. Perdían todo.
Lo ví en su habitación una noche, era un viernes. Estaba abatido. Le pregunté si estaba bien. Me dijo que sí. Lo único que hice fué volver a preguntarle. La misma respuesta salió desde algo en su interior.
Me fuí a dormir. Algo en mi amigo había cambiado.
viernes, 15 de octubre de 2010
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2 comentarios:
Llamémoslo endurecimiento o costumbrismo emocional
No me gusta el segundo término, sí, el primero.
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