Una ciudad giratoria, patadas de realidad a cada paso, sol nublado, nubes perezosas que se quieren escapar a jugar al escondite contigo, un bluesman canta a quien quiera escucharle un salmo hacia su alma desesperada, Charlie Chaplin ya no es Charlot, solo es una marioneta en manos de un alquimista eslavo, que toca para los transeúntes una melodía cuasi religiosa, el dios que vive en los cielos mira a los hombres a los ojos y pocos le responden a la llamada, suena un móvil a la vuelta de la esquina, es mi princesa rubia, corre presto a hablar con ella de aquí a la eternidad, música serena llega a mis oídos, no se quién la toca, solo sé el porqué, vende su arte a cambio de unas monedas o de una sonrisa clandestina al atardecer, mi cámara oscila entre la felicidad y la mayor felicidad, quiere retratar todo lo que mira, guardar recuerdos en mi retina, su mirada, sus grandes ojos almendrados, su cara pensativa, su sonrisa almibarada, sus borracheras de ilusión, miradas claras y bailes hasta que el diablo venga por mi alma, aún es viernes en mi mente, tengo ese momento grabado en mi memoria, y me puedo escabullir de mi piel, viajar con mi alma a donde ella esté, se llama poder, querer, creer...
Las librerías siguen llenas de libros que nadie ha leído y que yo les hablo como amigos míos, son almas torturadas que solo quieren ser queridas durante uno o dos días, que tus dedos pasan por sus páginas como rayo en la madrugada, como el olor de el mar por tu nariz, nítido, real, creíble...
La gente sigue recorriendo las calles de las ciudades creyendo que todas son iguales: las gentes, y las calles. Las ciudades son otras cosas. Edificios llenos de ojos que miran sin ser vistos, y árboles que dan su vida a necios conspiradores de la tristeza, la buscan en cada esquina, pero siempre es mejor buscar un chute en un viejo portal que secar lágrimas de madres enfermas y niños moribundos...
Paro en una multinacional a tomar café, es un buen café, pero no sabe a abrigo de casa, a sabor en consonancia con tu vida, sabe algo prefabricado, qué se yo, igual hoy me sabe algo distinto...
Y en el barrio más cool, es donde más suciedad hay, donde hay más gente clamando perdón y donde la gente se agolpa a las puertas de las iglesias y es solo para mendigar pan, el falso amor efímero se puede comprar muy cerca de allí, siguiendo el camino de las losas amarillas...
Llego a casa...
lunes, 9 de mayo de 2011
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