martes, 25 de mayo de 2010

Londres, surreal

48 horas en una ciudad tan espectacular puede reducirse a ver lo mínimo y más elemental.
El parlamento, su bien llamado reloj, el Big Ben. Picadilly..esas cosas y patearte el centro. Ver si en Buckingham está la reina y aunque no te invite a té, pasar por ahí. Ver a un montón de guardias con armas de último nivel. Pasear al lado del Támesis y ver un montón de gente llamando tu atención para conseguir algún que otro pound. Qué se te acerque un desconocido y te diga que es una Grandiosa ciudad, que lo es. Preguntar por cualquier cosa y cualquiera que te responda, negro, hindú, blanco, amarillo..tenga una sonrisa y crea, por lo menos, darte la respuesta adecuada a cada pregunta que le hagas. Descubrir que la medida idónea para una cerveza es una pinta. Ir al barrio afro-caribeño, que curiosamente está muy cerca de tu hostal. Tu hostal que parece algo gótico en el estilo arquitectónico del vocablo. Vas distraido y pasa alguien con una naranja en la cabeza y no se le cae. Te amaneces borracho y caminas esas calles donde las casas son máximo de dos pisos. La gente es maravillosa. Y hasta hay comida del Vietcong. Encuentras prensa gratiuta en ruso. Y ves hermosas y maravillosas mujeres de todas las condiciones y edades. Y por si fuera poco, hace calor. Unos días, dos, excepcionales. Miras el primer capítulo de Friends en versión original. Y el tan deseado desayuno Continental, es sólo un café malo y pan con mermelada, aunque no es una queja. Pero no es nada continental, es más bien, poco original. Antes del vuelo de vuelta suena la alarma de incendios y hay que desalojar el aeropuerto. Llegas a las 3 de la mañana al centro de Madrid, la Gran Vía. Y casi todo está cerrado.
Mañana será otro día

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