Salgo de la calle de la belleza y me adentro en la recta del amor por previo pago.
Está ahí, no era mi memoria que me jugaba una mala pasada. Repito, estaba aí.
El centinela que busca cualquier cosa en un cubo de basura con su identificación intacta, sus colores: gris y naranja. Pero al centinela no creo que le importe lo más mínimo el color. Y menos dos de ellos.
Su vida deambula entre el gris y el negro. Deambula como el perro callejero que soñé que era. No era una época muy lejana.
Antes tenía una fina cuerda que por el cuello lo ataba a la vida. Había resquicios de amor donde el buscaba. Ahora se tiene que costear algún tipo de amor a 50 euros la noche. Un sustitutivo.
Me alejo por la calle y no parece percibir mi presencia. Nii siquiera le importo. Hubo un tiempo que veía personas, hoy slo ve fantasmas, por eso los ignora.
Mientras tanto busca en ese basurero algo que nunca podrá volver a tener.
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