martes, 28 de octubre de 2014

Es todo lo que pido















Seguramente el niño (o niña) que perdió este juguete y yo no nos vamos a ver en la vida, pero siento que tengo que hacer algo. Ese algo es dejar este precioso, viejo y usado juguete en algún lugar para que alguien más puede jugar y soñar con el. Lo encontré un día en la calle y la verdad es que una sonrisa súbita asomo a mis labios ya no tan niños. Y me lo guardé. Lo metí en mi bolsillo y seguí mi marcha. Apenas mi cerebro reparó unos instantes en esta moto roja y blanca. Llegué más tarde a mi casa y con emoción la enseñé. Cuando era pequeño, yo cuidaba los juguetes como si fueran oro. Y lo eran, eran oro. No se puede ser más feliz con algo hecho casi totalmente de plástico e inanimado. Eran perfectos la verdad.
Así que lo dejé al lado de una pila de libros y lo olvidó. Reposaba junto a miles de palabras, como si el ser inerte de plástico hablase a suspiros con los libros, también como el, silenciosos, pero éstos por lo menos llenos de palabras de todo tipo.
Un día me quedé mirando sus colores colchoneros y me dije que tenía un pacto tácito con el maravilloso y tímido niño que un día fui. Así que mañana le diré hasta siempre a este juguete y me iré. Espero que alguien lo recoja y le haga feliz.
Es todo lo que pido.

martes, 21 de octubre de 2014

Se perdió la magia

La tenía en un bolsillo hace tiempo pero se perdió para siempre, la tenía guardada en el alma
pero se extravió para siempre.
No era magia blanca, ni menos negra.
Era magia pura.
De bellos corazones transparentes y sonrisas felices en la cara.
De rosas rojas de sangre y lágrimas sublimes de agua.
Se me perdió la magia.
Y ya es la segunda vez.
Me acuerdo escapando a través de una pared. De niño. Una vez.
La segunda un beso perdido en tu mejilla. Otra vez.
Se perdieron cosas.
Se perdió otra vez.
Y la magia hay que ir a buscarla.
Y si no inventarla.
Otra vez.

martes, 14 de octubre de 2014

GASA

Don Finolis tiene la tez morena, los ojos oscuros normales, la voz podría ser la de un galán de radionovela antigua: fuerte, lenta, pausada; mide cerca de uno setenta y pesa cerca de noventa quilos, descuida bastante su alimentación, le queda poco pelo aunque sigue siendo un presumido. Es tan presumido que cree que no hay nadie en el mundo que se le compare. ¡Qué presumido!, ¿verdad?, pero bueno los malos siempre son presumidos, no hay malos humildes, por lo menos en estos momentos no los recuerdo. Hace mucho que no quiere a nadie, aunque es posible que algún día quisiese a alguien. Eso no lo sabremos ni nos interesa. Eso pertenece al pasado, y por ahora, no se puede volver físicamente a el.
Es bastante gruñón y dicen que cuando se enfada y tiene mucha hambre pide niño para cenar, niños rellenitos a los que les encanta el chocolate, porque al estar llenos de chocolate están más tiernecitos y así son más fáciles de masticar. Porque a nuestro protagonista le faltan la mayoría de los dientes y eso que casi no come dulces pero le tiene miedo a los dentistas. Sí, ésos son los verdaderos reyes de los dientes, cuando un niño pierde un diente y lo deja debajo de la almohada, cuando se duerme su padre llama al dentista para intercambiar el diente por oro, dinero, o a veces, whisky, dependiendo de la necesidad y del peso, claro está.
Lo malo es que a Don Finolis no le dieron nada por sus dientes y por eso le caen mal los dentistas y no habla con ellos. El es de un tiempo pasado cuando aún no existía el Gremio de los Sacamuelas Asociados, también llamado GASA.

lunes, 13 de octubre de 2014

Esa actitud llamada rabia

Hay que usar la rabia que siente uno como uno de los instrumentos más poderosos para luchar y finalmente, ganar.
Esa rabia no tiene que dejar ningún poso. Ni odio, ni miedo. Pero puede uno guardarla en una estantería lejana y a la vez, fácil de encontrar en el quinto pino, anexo 2 del cerebro.
Y así a medida que se lucha y se gana (sobre todo contra uno mismo, la lucha contra los otros es secundaria e irrelevante. Cuando te superas a ti mismo, ya has ganado. Lo demás solo viene de la mano después), puedes dejar la rabia aún más escondida, pero siempre a mano para cuando necesites un extra. Y esa rabia se convierte en ganas de mejorar, ganas de ganar.
Así que todo puede ser usado en beneficio de la mejora de uno mismo.
Y hay que usar todos los medios, porque el precio a pagar es alto, y los adversarios son visibles, pero sobre todo invisibles.