A veces me siento a hablar conmigo mismo, casi nunca me gusta de lo que hablo, pero si hay que hablar de las cosas buenas y amables, más importante si cabe es hablar de lo malo y oscuro. Me siento a hablar y saco un trapo para limpiar la suciedad de mi corazón, saco agua del pozo de mi conciencia e intento limpiar algún pensamiento perdido, solo para fijarlo con una chincheta en algún rincón en el que no duela tanto.
Y mi otro yo acaba por darme una palmada amistosa en mis huesudos hombros, me mira con una sonrisa forzada afirmando que este mundo no es para mí, pero que hay que andar, aunque cueste hay que andar, se levanta y por miles de mis poros entra en mi alma, y así el mundo ya no me parece tan cruel, y aunque haga mucho frío fuera en mi interior no se está nada mal.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario