jueves, 20 de febrero de 2014

El viaje de los dientes.

Hoy es uno de esos días, uno de esos días en los que uno duerme tan profundamente que un sueño de un instante puede parecernos eterno, tan profundamente que literalmente uno cae en el vacío más profundo de la mente, como sin moverse uno de cama diese un garbeo por el universo, comprase unos caramelos y antes del amanecer se recostase de nuevo en su cama. Ojo, esto todo desde la cama.
Hoy soñé muchas cosas interesantes, fascinantes...
Soñé que no tenía dientes, soñé que tenía 30 años. Soñé que soñaba con el día de hoy. Pero no tenía dientes.
Y no se me caían por cosas relacionadas con la caída de los mismos. Tenían vida propia e inteligencia acorde a esa vida. Y la mayoría querían ver como era la vida fuera de mi boca. Y yo los dejé partir, evidentemente eran mis dientes, pero tarde o temprano hay que dejar a tus dientes salir, explorar el mundo, vivir su propia vida. Es algo que siempre ocurre. Y conmigo pasó más de lo mismo.
La mayoría tenían la misma razón para marcharse: ver mundo. Viajar, disfrutar del mundo fuera de mi boca. Y les dije que iba a ser difícil, porque tuvimos una pequeña charla, de hombre a dientes; una especie de asamblea con ruegos y preguntas, con sugerencias y más preguntas. Vamos, lo que una asamblea es, ni más ni menos.
A lás mil y una cosas que a mis pasados dientes les ocurrieron no vamos a relatarlos en este instante, tal vez en futuro cuando nuevas situaciones dentales ocurran se contarán las andazas de estos dientes viajeros. O tal vez no. Eso es lo maravilloso de las historias, unas ocurren, otras no ocurren pero son contadas, y a muchas otras no les pasa ni una cosas ni otra pero se cuentan de todas formas. Es la única bonita mentira que existe en este mundo: las historias.
Así que hoy soñé que no tenía dientes. Y la verdad es que fue un gran sueño, hasta creo que en mi sueño reía y dormido una sonrisa en mis labios se dibujaba acordándome de ese momento donde todos mis dientes marcharon a ver mundo, a vivir su propia vida, y yo los dejé ir. Hay veces que es bueno dejar ir las cosas.

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