martes, 22 de octubre de 2013

Un rareza

Salgo a tomar el aire. El bar está casi vacío, para ser jueves es un rareza, debería estar atestado. Debe ser que fuera hace un día de perros, no es que llueva solo es que caen chuzos de punta. De esos días que dan casi miedo.
Ella sale a fumarse un pitillo. Me mira con una mezcla de ilusión y tristeza. En su mirada hay desconcierto y esperanza a la vez, debe ser que al verme algo en su interior le ayuda a estar mejor. No es que yo sea un dios totémico, más bien soy un ser cercano. Eso es lo que ella busca en estos momentos de penumbra.
Me comenta que ya no va a trabajar en ese sitio nunca más, que su jefe es un desgraciado. Me lo cita con esas mismas palabras. Ni una más, ni una menos. Que la ha decepcionado. Vaya, le digo yo, otra mujer buena que ha sido decepcionada, la verdad deberían de darnos un buen tirón de testículos cada vez que hiciéramos eso los hombres. Una mujer buena es igual a un ángel sobre esta tierra fea y hostil.
Yo la intento consolar de un modo natural, intentando decirle que va a encontrar algo mejor y muy pronto, pero a cambio solo obtengo una media sonrisa y una mueca triste. No quiero más y no necesito más.
Me encantaría gritarle en ese momento que yo la ayudaría y le daría un futuro perfecto. Un mundo lleno de cascadas de felicidad, llenas de días de miel y noches de luna con forma de queso.
Pero sería falso, así que me callo y la veo partir dentro de su cueva de desesperanza.
Yo miro hacia la fría noche y pienso que es hora de partir.
Emprendo el camino hacia casa con el alma literalmente en los pies pero mi nuevo yo me impide estar triste y me da un empujón de compadreo.
Es lo que tiene tener una buena alma de amiga redentora.

jueves, 17 de octubre de 2013

Un señor solitario

El señor solitario llega a la fuente solo. En una insultante soledad se sienta en un húmedo banco de piedra coronado por musgo reciente a causa de la lluvia caída días atrás. Estoy mirándolo mientras relleno de agua una botella grande de plástico. Le saludo diciéndole hola y buenas tardes, pero hace no escucharme o en realidad no me escucha, que más da digo para mí. Los maleducados son así, vivan en manada o no.
Tendrá alrededor de unos 50 años, gafas graduadas tan corrientes como un bebé bonito, lleva unos pantalones de esos que solo un adulto serio se puede poner, como si su alegría por la vida (si alguna vez la tuvo) hubiese desparecido de pronto un día cualquiera, precisamente ese día que estaba poniéndose esos pantalones. Una chaqueta de un color cercano a la melancolía adorna la parte superior de su cuerpo, un color que oscila entre varios matices de gris, pero ninguno en particular.
Yo sigo a mi quehacer, hoy la fuente echa muy poco, porque aunque llovió hace poco no llenó suficiente el espacio que había que llenar con la caída de las lágrimas de los dioses.
Casi al punto de acabar con mi tarea el señor solitario me habla, me cuenta algo referido al pH del agua y que hoy en día es más importante para todos alguien que sea un sibarita con el agua y que la sepa distinguir. que la misma persona con el vino.
Me voy casi cortando en seco la conversación, un paso cada vez que el me quiere contar una cosa, Hasta que se calla y yo me alejo con el preciado botín del agua en mi poder.
Es curioso que hasta la gente solitaria necesite el contacto aunque sea mínimo por medio de la voz con otro ser humano.

domingo, 13 de octubre de 2013

Del universo y otros lugares

A Pippo le gusta mucho que le hagan cosquillas. Donde más le gusta en su barriguita, donde en vez del inútil ombligo humano tiene una costura en una especie de i griega, con complicidad su amigo Oliver le hace cosquillas y las risas ensordecen la tristeza imperante a varios metros de distancia. Su eterna sonrisa se hace aún más patente cuando los dedos del niño pulsan el botón preciso para que esto ocurre.
A su vez, Oliver también rie, una risa bonita, musical y embriagadora como el vino más rojo y dulce pueda provocar. Hoy es una tarde gris y lluviosa, pero la imaginación de un niño es inexpugnable y clara, y acompañado de su mejor amigo solo pueden salir bien las cosas. ¡qué maravillosa es la vida a veces!
Yo, el narrador omnisciente los veo reír y disfrutar como si el mañana fuese un lugar distante, algún ser sin importancia, un vago sentimiento...
Y en estos momentos me voy a otro lugar donde los niños sigan siendo los seres más luminosos del universo.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Un ser cercano

Pippo es su amigo, su compañero, su apoyo...y eso que es un oso. Para más señas un oso inanimado. Si, un oso de peluche. Pero a el le da igual. Su amigo lo escucha, juega con el, le sonría tanto de día como de noche. Es casi perfecto. Solo le falta hablar. Y la verdad es que la mayoría de las veces a las palabras se las lleva el viento y no transmiten todo lo que queremos que transmitan. Son sonidos huecos, faltos de luz la mayoría de las ocasiones. Así que, en este caso, es mejor así.
A Oliver además le cuesta expresarse con las personas, es en el argot lingüístico tímido. Es feliz, puro, bueno. Pero es tímido. Y en este mundo oscuro y feo eso es tremendamente malo. Pero eso ya lo aprenderá con el tiempo...
Por eso su amigo el oso es tan importante para el. Es su mundo. Su mundo encerrado en apenas unos centímetros... Pero la mayoría de las cosas buenas vienen en envases pequeños y en este caso es totalmente verdad.
Y aunque no hable es más importante que su padre para el, que muchos de sus amigos... Y eso es innegociable.
Se le empiezan a cerrar sus grandes ojos verdes y tiene sueño, como acto reflejo abraza a Pippo, ya puede soñar feliz.