El humo sale de todas partes. Cortinas sin apenas esclusas, visiones de sirenas con patas de palo nublan mi vista cada domingo, a cada sorbo de ginebra mi cabeza sale por fandangos y alma sale a tu búsqueda, aullando como un lobo sin mirar ni siquiera a la luna.
Me encuentro cada vez más distinto, menos yo y más todo el mundo cada vez que mi cara se refleja en los escaparates donde se compra felicidad efímera a 9,99 IVA incluìdo. El alma es algo más fácil de transportar y más barato, es una buena idea venderla al mejor postor.
Sobre todo cuando la religión de hoy en día se encuentra en el Prozac y en los niños muriéndose de hambre mientras todos nosotros estamos comiendo una comida caliente delante del dios de ayer y de hoy: la tele.
No podemos ser más hipócritas, aunque si algo más embusteros. Siempre se puede superar al del al lado poniéndole la zancadilla o escupiendo en su bolsillo para que lleve una carga más pesada que todos sus verdaderos problemas y esa persona que ya no lo quiere.
Las auténticas revoluciones duran menos que un soplo a una flor en un día ventoso, algo más efímero que un beso de despedida, de despedida tangible y aborrecible, insidiosa y apabullante. De esas, de esas que ya no vuelven. De palabras que se te escapan de la lengua sin dejarlas escapar, pero no te obedecen. Son niños malcriados que ensucian los vestidos impolutos de niñas de su edad solo para verlas sufrir.
Siento que mi alma se escapa de este mundo cada vez que hago el amor contigo. En serio que me meteré un tajo en las venas o una inyección de irrealidad para encontrarme contigo cuando ya no estés cogiendo mi mano con fuerza.
Es en serio.
No es una amenaza.
Es algo que he meditado mucho. Y que es realizable. Realizable como dibujar una sonrisa en tus labios gracias a mí. Es un momento perfecto.
Y claro que existe.
Por hoy ya es suficiente. Me voy a dormir. Espérame junto a la lluvia.
lunes, 8 de agosto de 2011
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