El maquillaje se derrama por sus mejillas, quedan puntos negros cerca de sus ojos. Puntos que se apagan como ecos en la noche. Está bien, es feliz. Y ella lo nota. Lo mira caminar a su lado, en la habitación en penumbras. Su cuerpo es suyo también, su mente llama por ella a todas horas, de día y de noche. Su alma ya no se marchita, solo se convierte en vino joven y fuerte.
Ya no existe el ayer, nunca lo necesitó.
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